Llegué hace casi 3 años a esta montaña. Aquí he pasado temporadas de solitud y Soledad. Ambas me visitaron con frecuencia en mi infancia de hija única.
Veo a mi hijo jugar por horas con un grillo que encontró y me veo en él. Concentrada contemplando sus movimientos pequeños, disfrutando de la compañía del mundo más que humano. Pedía hermanos y no llegaban, así que a mis padres le pareció buena idea darme todos los animales que quise y en una casa en el barrio conquistadores de Medellín alcance a tener una perra con mis mismos ojos, una coneja que me lamia, patos que perseguían a la coneja porque pensaban que era su mamá, un perico que le encantaba jugar con las aretas, 3 tortugas que amaban comer pan con leche, un pez beta, una iguana y una ardilla que afortunadamente volvieron a su hábitat muy rápido gracias a mi tía Clara que hizo un justo llamado a la sensatez.
Cuando recuerdo esa casa de mi infancia, la recuerdo inmensa. Había gente pero éramos pocos. Encontrar a alguien a veces era perderse por su laberinto de corredores y cuartos. Quien me lea pensará que era un castillo pero en realidad mi sensación de soledad me hacía percibirla así. Ese vacío se contrastaba con la plenitud de los fines de semana cuando me veía con mis primos y la casa estaba llena de gritos, juegos y peleas infantiles. Siempre me gustó esa sensación de casa llena y cocina oliendo a chocolate caliente.
La solitud me permitía entrar en relación con el mundo más que humano, me sentía cuerpo que podía metamorfosearse en cualquier cosa para conversar en el mismo lenguaje. Otras veces solo quería tener otro humano pequeño al frente que jugara conmigo y al no estar me sentía sola.
En esta montaña he llegado a pasar meses sin salir de aquí y eso me ha ayudado a cultivar una relación íntima con ella. Noto sus cambios, la llegada de mariposas nuevas o de cantos de pájaros que nunca había escuchado. La explosión de hongos fascinantes que trae la temporada de lluvia y la posibilidad de ver a la ranita minúscula de color rojo que canta en el bosque. Las diferentes flores que de tanto en tanto cubren el camino, las flores de siete cueros que me gusta saborear y las de amarrabollo que muchas veces caen cerradas a la tierra para abrirse después. Subo y bajo por su superficie de diferentes maneras dependiendo si hay pantano, raíces mojadas o hojas secas. La mayoría de veces estoy con un bebé encima así que evitar una caída o aprender a caer bien se me ha vuelto una maestría. Termino mi caminata siempre en el santuario de la montaña donde canto, aulllo, gruño y me siento en silencio. Allá he tenido momentos donde el nombre que me dieron mis padres se desdibuja y soy una madre más con su cachorro.
También he sentido momentos de mucha soledad aquí. He anhelado que amigas que amo vivan cerca, sean comunidad y nos ayudemos en la cotidianidad. He anhelado con quien danzar mis dolores y gozos, alguien que sea testigo de lo que me atraviesa en el instante y he sentido que no se siente natural, así sea lo común, maternar a veces en tanta soledad.
Sin embargo estar en contacto cotidiano con el mundo más que humano me entrega regalos que atesoro. Por muchos años olvidé mi mujer salvaje y la maternidad en la montaña me aterrizó en este cuerpo de hembra animal: crudo, sabio, de placeres simples y de instintos intactos. Cuando pierdo mi conexión con ella me desconecto de la vida misma, entro en la inercia conocida de complacer a todo el mundo, me cuesta ponerme en contacto con mis garras y mis dientes para poner un límite a tiempo, se diluye la voz de mis verdaderos deseos. Cuando me doy cuenta, vuelvo a la montaña, le ofrendo canto y ella me susurra mi verdadero nombre para que yo recuerde.
Quiero invitarte a que recordemos juntas. El domingo 27 de julio voy a cerrar con un círculo de canto el Yogaverso Fest. Vamos a usar nuestra voz como una ofrenda, como lo hace el pájaro y la montaña, sin preguntarse si es cantante o si suena bien, permitiendo a nuestro cuerpo ser el canal unico e irrepetible de expresión de la tierra, honrando y reviviendo esa práctica ancestral que es cantar juntos, como una forma de sentir en el cuerpo el tejido que somos.
Vamos a tener una primera parte de meditaciones sónicas y cantos colectivos y una segunda parte de concierto de arrullos.
Las meditaciones sónicas son una manera de explorar los paisajes internos a travez de la voz y el sonido que no es palabra. Una forma de expresar eso que el lenguaje intenta capturar y se queda corto. Yo te haré invitaciones y tu las vas a seguir como mejor te parezca. No hay manera de fallar. Lo que entiendas, lo que te seduzca, eso es lo que vas a poner afuera.
Los cantos son una manera de hacer conjuros colectivos. En los cuentos de todo el mundo el fruto de los cantos es la magia dice Clarissa Pinkola. Vamos a bendecirnos como la tierra que somos a través de cantos fáciles y repetitivos que nos permitan sentir nuestro lugar ecosistémico.
"Quienquiera que seas, no importa cuán solo estés,
la tierra se ofrece a tu imaginación,
te llama como los gansos salvajes, áspera y emocionante,
anunciando una y otra vez tu lugar
en la familia de las cosas."
Mary Oliver
Vamos a terminar nuestro encuentro con un Concierto de arrullos, como una manera de descansar juntos.
Este festival se inspira en una aproximación espiritual a la ecología. Durante todo un día, contaremos con múltiples espacios y prácticas que expresen nuestro anhelo de cuidar —y ser cuidados por— la presencia viva de la Tierra. Además del círculo de canto, el festival incluye:
Prácticas de yoga: movimiento, posturas, relajación, respiración y meditación.
Conversatorios sobre la temática del festival
Prácticas y rituales de reconexión con nuestra conciencia ecológica.
RECOMENDACIONES
Música
Descubrí música para niños que es, juguetona, inteligente y bellamente producida. Las mamás y papás que en algun momento nos hemos tenido que aguantar sonsonetes terribles para darle gusto a nuestros hijos me van a agradecer esta recomendación. Nobara es una artista con un gusto músical exquisito y cancioncillas un disco que claramente fue pensado no solo para los niños sino también para los adultos que los acompañan. Dense el regalo de cantar con sus hijos a todo pulmon estas canciones. Ráfaga de vitalidad garantizada.
Podcast
Estuve de coanfitriona en el podcast de mi pareja entrevistando a Nobara y lo disfruté un monton. Las mujeres como ella de risa burlona y carcajada a todo pulmón tienen un lugar especial en mi corazón.
Nobara es escritora, artista visual, música y profesora de diseño. Es japonesa, nació en Colombia, y recientemente publicó La voz de las piedras, un libro en el que reconstruye su historia familiar. A partir de un descubrimiento –su bisabuela fue una anarquista famosa y asesinada por el imperio japonés a comienzos del siglo XX–, Nobara arma las piezas de su linaje materno y, al mismo tiempo, revalúa su identidad.
En este episodio hablamos sobre Cancioncillas su álbum musical para niños, sobre el arte como una respuesta a la dificultad de pertenecer a un lugar, sobre sus rutinas creativas y las restricciones como estímulo de la inspiración. También conversamos sobre la originalidad como un acto de resistencia en un mundo que quiere levantarse sobre etiquetas fáciles.
Un ritual
El sábado 21 de junio es el solsticio de verano. Así que te invito a salir, hacer algo especial al atardecer y sentir en el cuerpo la energía que entrega el día mas largo del año. Gran momento para conectarnos con el fuego creador, con el deseo, con lo que pulsa por ser creado por nuestro cuerpo. Si terminas haciendo algo especial, me encantaría que me lo compartas. Yo tendré la felicidad de celebrarlo acompañando una gran amiga en su ceremonia del amor con mi canto
Gracias por llegar hasta aquí. Este año sigue siendo un año de ir lento para mi lo que sinifica que haré pocos eventos en vivo, así que si resuenas con el contenido del Yogaverso Fest, allá nos vemos.
Con amor Felisa :)
🧡🧡🧡